Gabriel García Márquez y sus citas célebres
Recientemente, uno de los escritores de habla hispana mayormente reconocidos a nivel mundial falleció, dejando tras de sí un legado muy importante compuesto por obras geniales, que han sido traducidas a más de un idioma. Hablamos por supuesto de Gabriel García Márquez, literato de origen colombiano que fue parte del movimiento conocido como «el boom latinoamericano» y un fuerte precursor del «realismo mágico», estilo literario que por hoy es considerado uno de los más relevantes. En esta ocasión, nos dedicaremos a conocer algunas de sus citas más famosas así como su historia a grandes rasgos. ¿Nos acompañas a descubrirlos?
Breve historia de Gabriel García Márquez
Primeros años
Nació en la ciudad de Aracataca en el departamento colombiano de Magdalena, como fruto de una unión para la cual sus padres tuvieron bastantes problemas. Su madre, Luisa Santiaga Márquez, era hija de un coronel que se oponía fuertemente a la relación con su padre, Gabriel Eligio García. Esto se debía a que el tenía fama de mujeriego y era hijo de una mujer soltera, lo cual provocaba que su suegro enviara a Luis a un internado con tal que no se vieran.
Gabriel Eligio sin embargo, la siguió hasta allá y a menudo le llevaba serenatas y le enviaba cartas y mensajes de amor. Con el tiempo, la familia de ella acabaría por dar su consentimiento para que se casaran y él se establecería como farmacéutico. Años después, el escritor se basaría en esta curiosa anécdota familiar para escribir una de sus obras más representativas «El amor en los tiempos del cólera». Después de haber nacido no obstante, sus padres se trasladaron a Barranquilla dejándolo al cuidado de sus abuelos maternos, lo que provocó que él se desarrollara una gran cercanía con el coronel, a quien solía referirse como «Papalelo».
Durante los primeros años de su infancia, Gabriel se vería influenciado por el carácter de sus abuelos. Su abuelo por un lado, solía llevarlo al circo y contarle historias alimentando su gusto por la narración, además de enseñarle a buscar palabras nuevas en el diccionario. Su abuela por otra parte, era una mujer bastante supersticiosa y que contaba con una gran imaginación.
Ambos harían mella en la forma de ser del autor, que desde siempre ha sido conocido por manejar un estilo que oscila entre la realidad y las cosas fantásticas.
En 1936, cuando él contaba con 8 años, su abuelo fallece y es entonces que sus padres toman la decisión de llevarlo a vivir con ellos a Sucre, debido a que su abuela tenía que lidiar con una ceguera que le impedía hacerse cargo de él.
En Sucre, Gabriel entró a un internado en Barranquilla, donde no se destacaba mucho entre sus compañeros debido a su carácter tímido y al poco gusto que mostraba por los deportes. En cambio, le gustaba leer y dibujar historietas cómicas, además de escribir poemas. Debido a su personalidad seria se ganó el apodo de «El Viejo» entre los otros niños de su clase.
Al iniciar su educación secundaria, entró en el colegio jesuita San José, en el cual llegó a publicar algunos poemas para la revista de la escuela llamada Juventud. Tiempo después tendría la oportunidad de entrar al Liceo Nacional de Zipaquirá gracias a una beca que le da el gobierno. Allí, consiguió ser capitán del equipo de atletismo, béisbol y fútbol, contrario al poco entusiasmo que mostraba en la infancia hacia las actividades físicas.
Desde joven tuvo bien en claro que le apasionada escribir; no obstante, para darle gusto a su padre se matriculó en la carrera de Derecho en la Universidad Nacional de Colombia. Cuando esta cerró a causa de disturbios políticos, el tuvo que trasladarse a la Universidad de Cartagena, a la vez que se consiguió un trabajo de reportero para el periódico «El Heraldo». En 1950 se convence de que la abogacía no es lo suyo y decide centrarse en el periodismo, aunque lo cierto es que Gabriel nunca llegó a finalizar sus estudios superiores.
A pesar de ello, hay universidades como la de Columbia en Nueva York, que le han entregado un título de honoris causa en Letras, debido a su larga trayectoria como el escritor.
Vida adulta
Cuando Gabriel todavía estudiaba e iba de visita con sus padres a Sucre, asistió a un baile de estudiantes donde conoció a Mercedes Barcha, de quien se enamoró. En el año de 1958, ambos contraían matrimonio en Barranquilla y el año siguiente tenían a su primer hijo, a quien le pusieron el nombre de Rodrigo. En 1961 la pequeña familia emigró a Nueva York, donde Gabriel trabajo de corresponsal para Prensa Latina.
Sin embargo los reportajes que publicaba le trajeron problemas pues constantemente recibía amenazas por parte de la CIA y de disidentes cubanos, a quienes no les agradaba el contenido de sus publicaciones. Fue por eso que más tardo, se traslada a México y se estableció en el Distrito Federal.
En la capital mexicana nació su segundo hijo, Gonzalo y el autor estableció su residencia definitiva en la calla de La Palma, lugar en el que escribió la novela que lo dio a conocerse a nivel mundial. «Cien años de soledad». Algo curioso es que con el paso del tiempo y pudiendo adquirir residencias en París, Bogotá y en Cartagena de Indias, el vivió la mayor parte de su vida en tierras mexicanas.
Ascenso a la fama
En junio de 1967, Gabriel García Márquez publicaba su novela más famosa, la cual disparó sus ventas a 8000 ejemplares durante la primera semana. A partir de entonces su éxito iría en auge y «Cien años de soledad» lograría vender medio millón de ejemplares en los tres años consecutivos. El libro se hizo acreedor a cuatro premios de carácter internacional y fue traducido a más de una veintena de idiomas. El nombre del escritor comenzó a ser reconocido dentro y fuera de Latinoamérica. En Estados Unidos, la publicación fue incluida dentro del listado de «Los doce mejores libros del año» para 1970.
Fue tanta la popularidad que ganó Gabriel, que esto le abrió las puertas para trabar amistad con importantes personalidades, como el ex-presidente de Cuba, Fidel Castro.
Esto no obstante provocó que no fuera visto con buenos ojos por el gobierno estadounidense, el cual no compartía las opiniones de Gabriel acerca del Imperialismo. Fue por eso que por algún tiempo le negaron el visado para viajar a dicho país, algo que se terminó cuando Bill Clinton fue elegido como presidente. Él mismo afirmó que «Cien años de soledad» era su novela favorita y le otorgó permiso al autor para viajar a su nación.
Muerte
El 17 de abril del 2014, el fallecimiento de Gabriel García Márquez era anunciado a través de las redes sociales y después por los medios de comunicación. Su muerte era provocada como consecuencia de un cáncer linfático con el que le lidiaba desde 1999 y que hasta entonces, había mantenido bajo control. La enfermedad se había extendido hasta afectar su hígado, sus ganglios y uno de sus pulmones.
En Colombia se decretaron tres días de duelo nacional a causa de su partida.
Citas célebres de Gabriel García Márquez
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Hay que ser infiel, pero nunca desleal.
- La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.
- El día que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo.
- Así es -suspiró el coronel-. La vida es la cosa mejor que se ha inventado.
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La vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir.
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La sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve de nada.
- La creación intelectual es el más misterioso y solitario de los oficios humanos.
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El amor se hace más grande y noble en la calamidad.
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Me desconcierta tanto pensar que Dios existe, como que no existe.
- La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener.
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El mundo habrá acabado de joderse el día en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga.
- El problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el amor, y hay que volver a reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno.
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Ningún lugar en la vida es más triste que una cama vacía.
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La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla.
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Lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años fue a decir no cuando es no.
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Ninguna persona merece tus lágrimas, y quien se las merezca no te hará llorar.
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El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar.
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Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.
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En todo momento de mi vida hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres y en las cuales se orientan mejor con menos luces.