Madre Teresa de Calcuta y sus frases célebres
Una de las mujeres más célebres del pasado siglo y conocida a nivel mundial por su gran labor humanitaria, es la Madre Teresa de Calcuta, quien hizo un gran trabajo ayudando a los más necesitados. Esta monja católica nos ha dado un gran ejemplo de vida e independientemente de si uno es religioso o no, es necesario reconocer que fue una gran persona. El día de hoy por lo tanto, conoceremos un poco más acerca de su vida y revisaremos algunas de sus frases más célebres, las cuales nos han dado importantes lecciones y se han quedado para la posteridad.
Breve historia de la Madre Teresa de Calcuta
Infancia
Nacida en el Imperio Otomano (territorio albanés) el 26 de Agosto de 1910, con el nombre original de Agnes Gonxha Bokaxhiu, fue la hija menor de un matrimonio que contaba con buena posición económica. Cuando todavía era una niña pequeña, su padre murió por causas desconocidas y después de eso, su madre tuvo a bien criarla bajo la religión católica. Fue por eso que desde temprana edad demostró una gran participación en la iglesia.
Formaba parte del coro que cantaba en la parroquia todos los domingos y se encargaba de dirigir al mismo, cuando la persona a cargo llegaba a ausentarse. De joven también, se unió a una Congregación Mariana. Fue ahí donde se le despertó el interés por las misiones, ya que en dicho lugar se contaban las historias de los misioneros jesuitas que partían desde Yugoslavia hasta Bengala, ubicación del subcontinente indio. A partir de entonces, Agnes comenzaría desear conocer también aquellos lugares lejanos como misionera.
Entrada al convento de Loreto
Definido su deseo por ir a las misiones, a los 18 años tuvo a bien entrar al Convento de Loreto, perteneciente a una congregación en Irlanda. Fue un paso muy importante y decisivo, puesto que a partir de dicho momento jamás podía volver a ponerse en contacto con su familia. Sin embargo, Agnes fue admitida como postulante y tiempo después de ser admitida, se embarcó entonces rumbo a Calcuta, donde llegó el 6 de enero de 1929.
Inició su noviciado en una comunidad que se encontraba cerca de las montañas del Himalaya, donde aprendió a hablar bengalí y también enseñaba a los niños en una pequeña escuela. En 1931 llevó a cabo tres votos de pobreza, obediencia y castidad y se trasladó a una institución del este de Calcuta, el Colegio Santa María. Se sabe que fue ahí donde decidió que la llamaran por el nombre de Teresa, en homenaje a la santa patrona de los misioneros, Teresa de Lisieux. En 1937, llevo a cabo sus votos solemnes en la escuela mencionado, donde trabajaría por años enseñando historia y geografía. Con el tiempo, también ascendería para convertirse en directora del centro educativo.
No obstante, rumbo al año 1946 se hacía patente que la población de Calcuta se encontraba en crisis. Una hambruna muy severa provocó muchas muertes en Bengala y la situación también se había tornado de violencia e inseguridad, debido al conflicto hindú-musulmán que asolaba la región.
Misioneras de la Caridad
En vista de cuales eran los problemas que se vivían en Calcuta, la madre Teresa toma la decisión de dejar de trabajar como encargada del Colegio de las Hermanas de Santa Anna; lugar que en aquella época había tenido a bien de dirigir. Desde ese instante se enfocaría a ayudar a los pobres con diferentes funciones. En un principio, enseñó a los más jóvenes a leer y más tarde recibiría instrucción como enfermera, para ir de voluntaria a prestar sus servicios en los barrios más desolados.
Muy pronto, sus esfuerzos atrajeron la atención de otros misioneros indios y ella comenzó a buscar la manera de pedir suministros, que incluían alimento y medicinas para los más necesitados. Fueron tiempos difíciles en los que ella dijo más de una vez, que se vio tentada de regresar al Convento.
En el año de 1948, la Madre Teresa solicitó permiso al Vaticano para iniciar una congregación religiosa con el motivo de continuar asistiendo a la población más abandonada. Pero existía un conflicto político tan notable en India, debido a su movimiento de independización, que hacer esto no fue posible. Por la misma razón, ella decide abandonar su tradicional hábito del Convento de Loreto y empieza a vestir uno similar, totalmente blanco y con los bordes de color azul. Esta vestimenta sería con la que se le reconocería alrededor del mundo.
Después de este cambio, reanudó su labor de forma más insistente que nunca, pues se ocupaba de cuidar de todas las personas que no podían valerse por si mismas y eran dejadas de lado por la sociedad. No solo los padres sino también los enfermos, los lisiados o discapacitados, los leprosos o la gente que no tenía un hogar, recibieron gran ayuda de su parte.
En 1952, tras años de volverse conocida su labor, tuvo la oportunidad de levantar un hogar para moribundos en Calcuta, afectada por las personas que morían en la calle a causa del hambre y las enfermedades. Después de esto pudo fundar en la India el centro «Shanti Nagar» para quienes padecían de lepra. En este sitio, las Misioneras de la Caridad se encargaban de dar alimento y medicinas a los afectados.
Durante una visita a Bombay durante 1964 del papa Pablo VI por un congreso, este tuvo a bien obsequiarle un auto Lincoln estilo limosina, que la Madre subastó para recaudar fondos que emplearía en fundar «Ciudad de la Paz», otro hogar para leprosos. Más tarde obtendría otras donaciones, una de ellas proveniente de la Fundación Joseph P. Kennedy Jr. y que le ayudarían a expandirse más allá de la India. Escuelas, hospitales e instituciones de todo tipo fueron levantadas en diferentes países para proteger a los necesitados.
En 1965 la Madre Teresa llegaba a Venezuela junto a 5 de las Hermanas de la Caridad. Para ese entonces, sus acciones eran ya bien conocidas alrededor del mundo y había conseguido fundar establecimientos de beneficencia en Europa, Estados Unidos, África y hasta Asia.
Últimos años de su vida
A pesar de su ardua labor en favor de los pobres y los enfermos, la Madre Teresa empezaba a ver su propia salud más deteriorada con el paso del tiempo. Durante sus viajes a diferentes países del mundo esto se hizo más que evidente, pues sufrió de varios episodios peligrosos para su persona. Un ataque al corazón mientras se encontraba en Roma, una neumonía cuando llegó a México, problemas pulmonares y hasta el padecimiento de malaria que le sobrevendría después.
En 1996 se fracturó la clavícula como consecuencia de una caída. También tuvo que entrar a cirugía, debido a un problema con el ventrículo izquierdo de su corazón.
Para el año siguiente tuvo que renunciar a su puesto como jefa de las Misioneras de la Caridad, como consecuencia de su delicado estado de salud. Finalmente fallecía el 5 de Septiembre a los 87 años, por un paro cardíaco. La noticia se dio a conocer mundialmente y el gobierno de la India le concedió un funeral de estado. Sus restos fuero transportados en un féretro por la ciudad de Calcuta, a bordo del mismo carruaje que lo había hecho con los de Gandhi.
Actualmente, es en este lugar donde se ubica su tumba.
Citas célebres de la Madre Teresa de Calcuta
- Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal.
- El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.
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Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más.
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El que no vive para servir, no sirve para vivir.
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La vida es un juego; participa en él. La vida es demasiado preciosa; no la destruyas.
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Lo que importa es cuanto amor ponemos en el trabajo que realizamos.
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Jesús es mi Dios, Jesús es mi Esposo, Jesús es mi Vida, Jesús es mi único Amor, Jesús es todo mi ser, Jesús es mi todo.
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Cada obra de amor, llevada a cabo con todo el corazón, siempre logrará acercar a la gente a Dios.
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No puedo parar de trabajar. Tendré toda la eternidad para descansar.
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Para hacer que una lámpara esté siempre encendida, no debemos de dejar de ponerle aceite.
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Nuestra tarea consiste en animar a cristianos y no cristianos a realizar obras de amor. Y cada obra de amor, hecha de todo corazón, acerca a las personas a Dios.
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No debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y más feliz.
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El amor, para que sea auténtico, debe costarnos.
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A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.
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No podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con un gran amor.
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Cuanto menos poseemos, más podemos poseer.
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Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él.